Esta
semana fui de excursión con mi abuela y más personas de su quinta a
una isla preciosa llamada: Ons. No es que yo sea un bicho raro y sin
amigos que necesite apuntarse a una excursión organizada por el
IMSERSO, para divertirme. Soy rarita pero no tanto. La verdad es que
mi superiora: la teniente yaya F (mi abuela), me encomendó la
peliaguda misión de infiltrarnos juntas en la excursión, con idea
de controlar que el gobierno no se carge a unos cuantos viejos para
ahorrarse sus pensiones. Con eso de los recortes...
Así
que como buena nieta soldado, hice el petate de guerra y me planté en
el club Náutico, desde donde nos salía el barco. Pero, ¡oh!, de la
teniente Yaya F, ni rastro. Faltaban diez minutos para que el barco
zarpara y aquel sitio ya estaba a rebosar de abuelitos yeyés,
ataviados con sus maletas de piel y sus bikinis de rayas, y mi abuela
no estaba allí, como se suponía
que debía ser. Acojonada, me recorrí el puerto unas cinco
veces, la busqué entre el tumulto de ancianas y nada, seguía sin
verla. Y es que, ¿cómo das con una yaya que tiene el mismo peinado
de las otras abuelas? Porque todas las viejas llevan el pelo
corto y cardado. Además, ¿cómo quedar con alguien que no tiene
móvil? No puedes llamarle y preguntarle, ¿dónde
leches te has metido que no te veo y ¡el barco está a punto de
salir!?, ¿a que no se acuerda de que ha quedado conmigo y me ha
dejado plantada? No será capaz.... Ese veneno
tuve que tragármelo yo solita, hasta que por fin apareció tan
pancha y sonriente, y pude desahogarme.
Ya en
la isla, una de las guías encargadas de la excursión, nos recuerda
que nos encontramos en un Parque Nacional y que debemos respetar el
medio ambiente. ¡Nos lo has dicho tres veces!, protesta un anciano,
¡no somos niños pequeños! La chica suspira y emprende la marcha
con los dulces abuelitos siguiéndola detrás. Yo en el medio.
Mi
abuela refunfuñando a mi lado porque dice que no ha comido nada y
que no aguantará la caminata. Una de sus compañeras se apiada de su
fatiga y le ofrece un poco de fruta. Se lo agradezco porque así
me dejará disfrutar del paseo.
¡Ja!
Ilusa de mí...
En
una de las veces, la guía se detiene para explicarnos un poco de la
historia de la isla y F se vuelve a mosquear.
—Pero,
¿por qué nos paramos?, así no llegaremos al pueblo ni a la hora de
la comida.
—Abuela,
está haciendo su trabajo —le aclaro.
—¡Pues
que no se enrolle tanto! —replica.
La
chica la escucha.
—Lo
siento señora, me pagan para ello.
Yo me
muero de la vergüenza.
La
guía continúa la marcha, mientras discuto con F a través de
susurros. Al rato, nos volvemos a detener para escuchar otra
explicación de la guía, me acerco al grupo y mi abuela no está.
¿Dónde está mi abuela? Paso de la guía y me pongo a buscarla por
el grupo. Por fin la encuentro en la otra punta, pero ya la chica ha
terminado de hablar y seguimos con el paseo. Me quedo sin enterarme
de nada.

—Ejem...
perdona... ¿no habrás visto a mi abuela por aquí? Es la que no
deja de gruñirte —. (Esto último lo dije para mis adentros).
La
chica sabe a quien me refiero, por supuesto, y juntas nos ponemos a
buscarla. Hasta que encontramos a la prófuga unos metros adelante, fuera
del camino. Al parecer había decidido que ya tenía bastante paseo y
había iniciado el viaje de regreso al pueblo, por su cuenta y riesgo
y sin su nieta. ¡Con dos ovarios!
La
acompaño al dichoso pueblo mientras nos cantamos las cuarenta la una a
la otra.
—Ya
te vale irte de esa manera, ¿vas por libre o qué?
—Es
que estaba cansada de tanto caminar y me quería ir.
—¡Pues
avisa, coño! Quiero decir, ¡recórcholis! —me corrijo de
inmediato —.Bueno, ¿al menos te ha gustado el paseo?
—Sí,
pero si no hubiera comido, no habría podido caminar tanto.
—Ya,
¿pero te ha gustado o no? —insisto pensando qué tiene que ver una
cosa con la otra.
—Sí,
pero porque he comido.
—¡Bah!,
olvídalo, eres imposible.
—Tú
si que eres imposible.
Ella
siempre tiene que tener la última palabra.
Llegamos
a la playa y nos sentamos a almorzar. Luego nos tumbamos a tomar el
sol, pero de repente, alguien grita desde la orilla y media playa se
incorpora con el corazón en la boca. Se trata de una de las abuelas
de la excursión, que ha salido del agua y se ha encontrado con todas
sus cosas revueltas. La culpable; una gaviota que pasaba por allí en
busca de comida. Pero, oh Dios mío, ¿qué es que le cuelga del pescuezo a la gaviota? ¡El sujetador de la señora! Mi abuela se escandaliza, yo me descojono, la señora se pone a gritar, el marido a perseguir
a la pobre bicha; que a su vez intenta huir pero que no entiende cómo
es que buscando algo que llevarse al pico, ha terminado con semejantes
cacerolas a sus espaldas. Todo es un no parar.
Cuando
la cosa se tranquiliza, ya es hora de volver a casa y los ancianitos
se encuentran en la cola para subir al barco. Yo en el medio. Y de
nuevo surge un imprevisto que me pone los pelos de punta. El capitán
no consigue arrancar el motor del navío, afuera el sol pega con
fuerza y los ancianos llevan muy mal la espera. Pero que muy mal. Se
empiezan a escuchar voces de protesta, a esas voces se le suman
otras, y otras, y otras más. Así hasta que más de setenta ancianos
se ponen de acuerdo para gritar la misma frase “¡queremos subir al
barco!” “¡queremos subir al barco!” “¡queremos subir al barco!”.
Mi abuela se une a la rebelión de oro y yo cierro con fuerza los
ojos, mientras pienso que todo es una pesadilla y que, de un momento a
otro, me voy a despertar. Por desgracia eso no ocurre, aunque sí algo
que me alivia. El capitán por fin logra poner en movimiento el
barco y las fieras se calman.
Pero mi abuela repara en un detalle que
la deja muy desconcertada: ¡el ayudante del capitán es un
rastafari!
—Mira,
mira Raquel, lo que tiene ese hombre en la cabeza.
—Ya,
abuela, cada uno se peina como quiere.
—No
lo digo por eso —me gruñe—. Pero me pregunto cómo le llegará
el oxígeno a la cabeza con esos nudos.
—Se
llaman, rastas.
—Bueno,
el caso es que menos mal que se lo podrá quitar antes de meterse en
la cama.
—¿Eing?,
¿quitar? ¡Abuela, no es un postizo!
—¿Ah
no?
—Jaaaaaaajajjajajajajajaaaaaaaaaajajjaja.
Ya
solo por ese comentario, valió la pena el día.
El
resto del trayecto a casa, ocurrió sin incidencias. Perdón, una sí;
de pronto noto un quemazón por los hombros y la cara, y me doy
cuenta de que también estoy quemada literalmente. Por lo menos iré
con algo de color a Madrid, porque por si alguien todavía no lo
sabe, ¡voy a la feria del libro de Madrid! Y no voy sola, me
acompaña otro miembro de mi familia a la que ya conocéis, mi tía
“La Dancing Queen”. ¡La que vamos a liar! Así que preparaos,
que la siguiente entrada estará cargada de fotos y anécdotas locas.
Joer, qué ganas tengo que convertirme en un anciano y poder hacer comentarios sarcásticos sin represalias... xD
ResponderEliminarTodo a su tiempo, Juanito. De momento disfruta de tu juventud, que se te da bien el sarcásmo xd. Un besote!
EliminarJAJAJA, eres genial! :D
ResponderEliminarGracias! y tú que me lees jajajaja
EliminarQue loca está tu abuela... jajajajaja, abuelo no es tan quejicoso, pero critica todo diciéndomelo a mí, no en voz alta para que se enteren todos...
ResponderEliminarMás que loca, tiene una mala leche de cuidado. Y también critica en mi oído, lo que pasa es que a veces se le va la voz xd. Un beso!
EliminarJajajajajaja ¡¡una escursión legendaria!!! a mi tanto abuelo reunido me da miedo!!!
ResponderEliminarUn besaaaaaaaaazo mi niña!!
Kitty, haces bien en temerles, luego ya es demasiado tarde para escapar xd. Un besote, guapísimaa!
EliminarJejejeje raquel cariño,tienes un don.y es que de cualquier acontecimiento o anecdota haces un texto que engancha de arriba a abajo.corazon de escritora y pluma periodistica y para lo q quieras. un placer leerte(en cualquiera d tus vertientes)vaya aventura d excursion.besossss
ResponderEliminarJo, no me digas eso que me pongo como un tomate xd. Lo que me complace saber, es que mis anécdotas os divierten. Lo único que lamento es no haber grabado el momento de los viejos gritando "queremos subir al barco" XDD. Un besazo mi niña!!!
EliminarMe alegra ver que te identificas con algunos aspectos de mi vida :)
ResponderEliminarsoy un tanto asquerosita a la hora de comer, y de pequeña me acostumbraron a no comer bichos jajaja
Hacía tiempo que no nos pasábamos la una y la otra por los blogs...
Espero que estés bien!
Yo también soy asquerosita con las comidad, y muy maniática en general!!!!!
EliminarLo del blog, es que yo suelo pasar por los blog amigos, los fines de semana o así. Pero no te preocupes que por el tuyo seguiré pasando. Un besazo!
¡Qué paseo! Eso sí que es salir a caminar. Me alegra saber que a pesar de todo la pasaste bien.
ResponderEliminarBesos.
Sí, lo pasé bien pero el susto que me dió mi abuela cuando desapareció, no me lo quita nadie! jajajaja. Un besote, linda!
Eliminarjajaja pedazo entrada! muy divertida!
ResponderEliminarYa podían ser así mis excursiones...jajaj porque por lo menos lo habeis pasado bien!
Un beso!
Ummm no sé yo que decirte Lesincele, porque sí, la excursión fue divertida y eso, pero hubo momentos que no tanto. Cuando desapareción mi abuela, por ejemplo.
EliminarUn besazooo!
¡Jajaajajaja! Tengo que preparar yo una excursión así ;P
ResponderEliminarUn beso reina!!
No hace falta que la prepares, sólo apuntate a cualguier excursión que organicen los jubilados y hala, tendrás emociones aseguradas XDDD. Un besazooo mi niña!!!
EliminarMuy bueno. Lo de la gaviota es verdad? menuda imagen jajaja. Besotes cielo
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